Soy de la ciudad de las montañas, la ciudad de Monterrey, ubicada al norte de México. Durante varios años tuve la oportunidad de vivir, estudiar y desarrollarme pastoral y profesionalmente en España y Argentina. Me considero peregrina en la vida bajo dos objetivos: vivir en libertad y estar junto a “otros” para que nadie se encuentre solo ante su realidad de vida.
Crecí dentro de una familia católica que aprendió a vivir su fe gracias al colegio donde fuimos formados mis hermanos y yo. Durante los primeros años de mi vida la inquietud de ayudar a los demás me llevó a ofrecer mi vida como consagrada durante 13 años.
Después de ese tiempo pude discernir con la guía de sacerdotes que me estuvieron acompañando espiritualmente, que ese no era realmente mi llamado, sino salir al mundo, viviendo mi vocación cristiana dentro del mundo por medio de la vocación al matrimonio.
Al cabo de un tiempo conocí a mi esposo el cual compartía el mismo proyecto de vida. Desde el 2019 estoy felizmente casada y junto a mi esposo desarrollamos diferentes ministerios en la diócesis a la que pertenecemos en la Ciudad de Monterrey, siempre al servicio de la Iglesia. En el 2021 llegó nuestra bebé para completar nuestra felicidad como familia cristiana.
Estudié las licenciaturas de Educación y Desarrollo, Ciencias Religiosas, así como el Máster en Psicología de Intervención Social y Comunitaria. Todo esto con el único deseo de ayudar a otros de una manera organizada y además buscando la eficacia para asumir los retos de las realidades actuales. La práctica del desarrollo de diferentes misiones, en diferentes países y en la variedad de necesidades espirituales, así como humanas, me lleva ahora a seguir profesionalizándome mediante el Máster de Desarrollo de Capital Humano.
He contemplado los últimos años de mi vida desde la perspectiva de caminar para “descubrir la paz y correr tras ella” ya que durante años con el fuerte deseo de ayudar a “otros” más las exigencias de mi trabajo me pareció normal perderme en un desgaste personal, emocional, físico y perdí la noción de mi propia realidad. Solo importaba el terminar los proyectos que consideraba importantes. Es ahí donde comencé a vivir lo que hoy Mindove ofrece como un camino de conocimiento, empoderamiento y también de sanación interior.
Durante cuatro años de terapia y autoconocimiento más mucha oración, emprendí de nuevo la ruta de mi esencia peregrina para vivir posiblemente la etapa más difícil con la que me he encontrado: la pérdida de un ser querido. Esto, sin duda fue un momento de quiebre, pero el mejor regalo para afianzar y constatar que nadie merece estar solo en los desafíos de la vida. Un cristiano necesita vivir ese sentido de comunidad.
Todo ser humano debe emprender ese peregrinar para encontrarse consigo mismo y desde la experiencia de conocimiento llegar a ser libre pues es lo único que lleva salir al encuentro de quien más lo necesita. Hoy, no lo considero como una misión de vida sino como una realidad necesaria en la que el ser humano vuelve a encontrarse con su raíz esencial y de la cual no puede renunciar: ser imagen y semejanza de Dios.
Es este el deseo por el cual decidí unirme a Mindove.